17.12.11

Desenamorada hasta que la muerte nos separe

No poder estar con la persona que uno ama es una situación muy triste. Pero quizás hay un estado aún peor: convivir con una persona que uno no ama.

A lo largo del tiempo fui madurando y he cambiando varias veces mis puntos de vista acerca de algunos aspectos de la vida, como por ejemplo la infidelidad. Hoy entiendo que no se trata de decir blanco ni negro, sino que hay grises en el medio. Por eso, cuando hablo de ese tema me cuido mucho de dar opiniones categóricas, como lo hacía en otras épocas.

Si bien creo que evolucioné con respecto a un sinfín de cuestiones, hay algo de lo que aún no puedo convencerme. ¿Se puede ser pareja de alguien a quien no amemos?

Debo admitir que en mis últimas relaciones cupido no ha logrado traspasarme con su flecha. Al principio, intenté sostenerlas a fuerza de pensar que seguramente con el tiempo las cosas se iban a ir acomodando, pero no. Soy de las que si no sucede al principio ya nunca sucederá. Luego de unos meses me cuesta más seguir adelante, encontrarme con el galán de turno, mostrar interés y no preferir estar con una amiga. Al final, siempre termino diciendo adiós, si es que ellos no se cansan primero al ver que mi entusiasmo no remonta. Y, luego, siempre sostengo la misma charla con mi terapeuta: “¿Ni siquiera te interesa como compañero para ir al cine?”. “No”, le respondo una y otra vez. No puedo estar con una persona de la que no estoy enamorada.

Claro qué se que el amor no es siempre igual. A medida que pasan los años uno va valorando otras cosas en una pareja. Suelen decir que la pasión da paso al compañerismo y al cariño. Todo eso lo entiendo, pero aún no he logrado elegir a alguien a quien no amo. Sin embargo, estoy rodeada de conocidos que lo hacen.

En los hombres no me sorprende. Me doy cuenta de que para ellos es más fácil conseguir una pareja porque no pueden estar solos. Entonces, soportan cualquier cosa antes que un fin de semana de soltería. Pero también tengo amigas que están y han estado con parejas por las que no son capaces de ponerse un tanto celosas, ni jamás extrañan, ni siquiera sienten atracción. Entonces, una y otra vez me pregunto por qué. Y las explicaciones que he pensado son las siguientes:

-Porque no se animan: se ha acabado el amor. Aunque hubo un momento de fuego fue hace muchos años y hoy… ay, ay, ay, no se atreven a cambiar de vida. Creen que solas no van a poder llevar la familia adelante y prefieren resignarse y vivir con lo que les tocó (que en realidad es lo que eligieron) hasta que la muerte los separe. Incluso, algunas se animan a tener amantes para agregarle un poco de pasión a la rutina.

-Por lástima: que feo. No tengo palabras más agradables para estas personas que están junto a un compañero porque saben que las aman, aunque ellas no puedan sentir lo mismo. En realidad no sólo engañan a sus compañeros, sino también lo hacen con ellas. La excusa es que no quieren que la pareja sufra, pero no se dan cuenta de que en realidad no creen que merecer una vida mejor. Yo diría que es definitivamente un autoengaño para no percatarse de que la cobardía está ganando la batalla.

-Por miedo a la soledad: “Más vale mal acompañada que sola”. Cuántas amigas piensan de esta manera. Incluso, con parejas recientes, luego de haberse separado. Pero se juntan con el primero que se cruza porque no pueden disfrutar de su soledad, no soportan estar en compañía de ellas mismas. Quizás también influyen las presiones sociales. Nos les gusta pertenecer al club de las divorciadas o las solteronas. Y hasta terminan haciendo planes y proyectos que no las satisfacen.

Pero vivir una vida mediocre, conformándose con cualquier compañía es como morirse despacito… en cuotas. Puede haber más de un lector que piense que soy demasiado extremista al no desear estar con ningún hombre que no me haga vibrar. Pero soy así, todo o nada. Como dice Joaquín Sabina cuando canta en las estrofas de “Contigo”:

“Y morirme contigo si te matas

Y matarme contigo si te mueres

Porque el amor cuando no muere mata

Porque amores que matan nunca mueren”.


Por Paula Halperín.

No hay comentarios.: